Corea del Norte rechazó este domingo un informe de Human Rights Watch (HRW) sobre los abusos sexuales de agentes de policía contra mujeres norcoreanas, calificado por Pyongyang de "artimaña política" para "perjudicar la imagen" del país.
Corea del Norte rechazó informe que denuncia impunidad en casos de abuso sexual
La organización Human Rights Watch entrevistó a 54 mujeres. Se indica que funcionarios policiales y estatales acosaban a mujeres. Pyongyang lo calificó de "artimaña política".
Publicado el jueves, este informe de HRW basa su investigación en 54 entrevistas a tránsfugas norcoreanas y denuncia las violaciones y otros abusos sexuales cometidos por agentes de seguridad, como guardas fronterizos, pero también por altos responsables.
La asociación norcoreana para el estudio de los derechos humanos consideró que se trataba de un informe "grotesco" que formaba parte "de una artimaña política organizada por las fuerzas hostiles", cuyo objetivo era "perjudicar la imagen de la RDPC (República Popular Democrática de Corea, nombre oficial de Corea del Norte)".
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"Se trata de una provocación muy peligrosa destinada a invertir la tendencia de paz y prosperidad en la península coreana", afirmó el organismo norcoreano sobre el informe de HRW, una organización internacional cuya sede principal se encuentra en Estados Unidos.
Las denuncias
Entre los que cometen estos abusos figuran gerentes de empresas públicas, guardias de seguridad en los mercados o en los puestos de control, pero también "policías, magistrados, soldados o revisores de trenes", indica el informe de HRW.
La ONU acusa a este hermético país de abusos generalizados en materia de derechos humanos.
Entre las personas que desertaron, muchas son mujeres, porque tienen más libertad de movimiento al no ocupar puestos de funcionariado, que suelen estar en manos de hombres.
Los norcoreanos que huyen a China pero son detenidos en su intento sufren una represalias muy duras, entre ellas la tortura. Para las mujeres se suman los abusos sexuales, según el informe.
"Cada noche, las mujeres estaban obligadas a ir con un guardia y eran violadas", relata una víctima, de unos treinta años, que fue encarcelada en un centro de detención en la frontera.
"Cada noche, un guardia de la prisión abría la celda. Yo permanecía tranquila, y hacía como si no lo hubiera visto, esperando que no sería yo la que estaría obligada a seguirle", explica.
"Un secreto a voces"
Los contrabandistas, entre los que también hay muchas mujeres, que transportan mercancías en la frontera con China para venderlas en los mercados privados, tienen que pagar, con sobornos o favores sexuales, a toda una serie de intermediarios, según HRW.
Entre los que cometen estos abusos figuran gerentes de empresas públicas, guardias de seguridad en los mercados o en los puestos de control, pero también "policías, magistrados, soldados o revisores de trenes".
Una mujer que vendía ropa explica que fue tratada como un juguete sexual "a merced de los hombres". "Cuando querían, los guardias de los mercados o los policías me pedían seguirles a una habitación vacía, fuera del mercado, o a otro lugar que elegían", y allí abusaban de ella.
"Es tan frecuente que nadie cree que sea grave. No se dan cuenta de que sufrimos", se lamenta. "Pero somos humanas". "Entonces, sin gritar, lloramos en la noche sin saber el porqué".
Las personas entrevistadas por la ONG explican que muchas víctimas fueron expulsadas de la universidad, o golpeadas y abandonadas por sus maridos por traer la deshonra al establecimiento o a la familia.
"La violencia sexual en Corea del Norte es un secreto a voces, ampliamente tolerados y no tratado", declara Kenneth Roth, director general de HRW.
Según los datos suministrados por Pyongyang a la ONU, cinco personas fueron condenadas por violación en 2015.
Las autoridades norcoreanas aseguran que garantizan "auténticos derechos humanos", argumentando que Occidente no tiene la potestad de imponer sus normas a todo el planeta.
En el informe de HRW, otra víctima explica que un policía la violó tras tenerla tres días sin comida en una habitación a oscuras, en un centro de detención en la frontera.
Ahora, que ella vive en Corea del Sur, sabe que aquello fue "violencia y una violación", pero en aquel momento, "pensaba que yo ofrecía mi cuerpo para poder salir de allí". "No me sentía mal. Incluso pensaba que tenía suerte".
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