El océano es una de las primeras víctimas del calentamiento global y a la vez nos protege del CO2 absorbiéndolo, un papel vital que los expertos esperan que se empiece a tener en cuenta en las políticas climáticas.
El 8 de junio se conmemora el Día mundial de los Océanos
Los desechos marinos son un problema constante que pone en peligro la salud de los océanos y la vida de los seres humanos.
Según datos publicados por el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento territorial y medio ambiente en el mundo se producen 350 millones de toneladas de plástico al año, de las cuales se estima que entre 8 y 9 ingresan a los océanos. El 80% de estos tiene origen terrestre.
Gran parte de los alimentos que consumimos proviene de los océanos; y en ellos reside el 97 % de toda la materia viva.
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Uruguay no escapa de esta realidad. En la jornada de Limpieza de Costas 2018 los residuos más encontrados, tanto en Uruguay como en el resto del mundo, fueron pedazos de plástico en primer lugar, seguido de espumaplast; colillas de cigarrillo; envoltorios de comida; botellas de bebida de plástico y pajitas, entre otros.
2019 estará marcado por la publicación en septiembre de un informe especial del Panel Intergubernamental de la ONU sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) dedicado a los océanos.
Un informe seguramente "sombrío", prevé Lisa Speer, de la ONG estadounidense Natural Resources Defense Council.
El informe del IPCC de 2014 establecía una subida de como mucho un metro a fines de siglo respecto a 1986-2005. Pero un reciente estudio científico previó un aumento superior, incluso si la humanidad logra limitar el calentamiento a + 2º C, objetivo mínimo del Acuerdo de París.
A este desafío mayor se suma lo que Dan Laffoley describe como los "cuatro jinetes del Apocalipsis": el calentamiento de la superficie, el del océano en su conjunto, la aceleración de la acidificación y las "zonas muertas", donde el nivel insuficiente de oxígeno impide la vida marina.
Los océanos absorben alrededor de 30% de las emisiones de CO2 generadas por la actividad humana y más del 90% del calor adicional creado por estas emisiones, lo que limita las consecuencias para el hombre.
Pero al hacerlo, su superficie se calienta y se vuelve más ácida, un fenómeno con consecuencias nefastas para los corales.
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