Cercano a Vladimir Putin y a los grandes grupos empresariales rusos, el excanciller Gerhard Schröder se ha vuelto una figura incómoda en Alemania, inclusive para quien fue su mentor, el actual líder Olaf Scholz.
Entre Berlín y Moscú, el incómodo Gerhard Schröder
Cercano a Vladimir Putin y a los grandes grupos empresariales rusos, el excanciller Gerhard Schröder se ha vuelto una figura incómoda en Alemania, inclusive para quien fue su mentor, el actual líder Olaf Scholz.
A sus 77 años, el hombre que logró imponerse a Helmut Kohl, el inamovible canciller de la Reunificación, es en la actualidad muy criticado en su país, donde ponen en tela de juicio los beneficios de los que disfruta en tanto exjefe de gobierno.
"Este Gerhard Schröder erra (tal cual un elefante) en medio de la cacharrería de la política exterior, por algún desagradable y grisáceo vericueto, entre la farsa y el desasosiego", resumió en un vitriólico editorial la cadena de televisión pública ARD.
Schröder se ha convertido en una especie de espina para el actual canciller Scholz, quien entre lunes y martes realizará una esperada minigira en Ucrania y Rusia.
Sus detractores destacan sus muy buenos vínculos con la Rusia de Putin, de la cual se ha convertido en uno de sus más fervientes defensores, inclusive pese a que Moscú ha desplegado más de 100.000 efectivos militares en su frontera con Ucrania.
Schröder ya era canciller cuando Putin ascendió al poder en 2000, y por entonces entablaron "una verdadera amistad, apoyada en la confianza" recíproca, retratando el primero al segundo en 2004 como a un "demócrata perfecto", destaca a la AFP la politóloga Ursula Münch.
Una de las claves de esta "viril amistad", de acuerdo a la prensa alemana, estaría en el pasado de ambos.
"Probablemente el hecho de que nuestras familias sufrieron mucho en la Segunda Guerra Mundial, es algo que nos acerca", confió Schröder en 2016.
"Yo perdí a mi padre", soldado de la Wehrmacht, abatido en Rumania en 1944, y "un hermano de Putin murió durante el sitio de Leningrado (San Petersburgo)", añadió.
Los lazos financieros también vinculan a este exabogado con Rusia.
Schröder debe integrar en junio el Consejo de vigilancia del gigante ruso de la energía, Gazprom.
Un nuevo puesto en el sector energético ruso, puesto que también es presidente del Consejo de administración de Rosneft, primer grupo petrolero ruso, y del Comité de accionistas del Nord Stream 2, el gasoducto ruso-alemán de la discordia construido también por Gazprom.
"El excanciller es importante para Putin. Integra los Consejos de administración de grupos petroleros y gasíferos, es el centro de una red de influencia rusa en Alemania", resume el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Schröder se ganó el aprecio de sus compatriotas en 2003, cuando se opuso a la intervención occidental en Irak.
Pero ahora recibe centenas de miles de euros de parte de empresas rusas y es visto sobre todo como un lobista.
Sus recientes declaraciones exhortando a Kiev a cesar con "el ruido de botas" en sus fronteras (con Rusia) hicieron de detonante en Alemania, inclusive en el seno de su antiguo partido, ya acusado de complacencia respecto a Moscú.
Estas declaraciones del excanciller alimentan "la polifonía en el SPD, que brinda una ambigua imagen de indecisión", señala Münch.
Aunque, los principales dirigentes del SPD ahora cortan un puente tras otro con un incómodo Schröder.
El propio Olaf Scholz, entre los allegados más cercanos a Schröder cuando era canciller, y un ferviente defensor de sus reformas sociales más polémicas, ha tomado distancias con éste.
Schröder "no habla en nombre del gobierno, ni trabaja para el gobierno, él no es el gobierno", lanzó Scholz el 7 de febrero en tanto aclaración ante cámaras de la CNN, en el marco de una visita a Washington con el objetivo de tranquilizar al aliado estadounidense sobre la fiabilidad alemana.
"Actualmente, soy el canciller federal y las estrategias políticas de Alemania son las que escuchan de mi parte", martilló Scholz.
¿En estas circunstancias, cuánto tiempo Gerhard Schröder podrá seguir utilizando al personal y las oficinas de los que dispone en la Cámara de diputados (del Reichstag)?
El popular diario Bild calcula este gasto en casi 300.000 euros (unos 340.000 dolares) anuales. Los conservadores, en la oposición, exigen que el Estado deje de pagárselos.
"Está haciendo lobby para los intereses económicos rusos en las infraestructuras alemana, financiadas mediante impuestos", soltó por su parte Michael Jäger, vicepresidente de la federación de contribuyentes.
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FUENTE: AFP
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