En la línea del frente de Siria, familias desplazadas en su misma ciudad

Khalil Ibrahim vive a decenas de metros de su casa, pero no puede acercarse. Su antiguo hogar de cuatro habitaciones queda más allá de la línea del frente que separa a los rebeldes de las fuerzas del régimen en la pequeña ciudad de Tadif, en el norte de Siria.

Khalil Ibrahim vive a decenas de metros de su casa, pero no puede acercarse. Su antiguo hogar de cuatro habitaciones queda más allá de la línea del frente que separa a los rebeldes de las fuerzas del régimen en la pequeña ciudad de Tadif, en el norte de Siria.

"Vivo en casa de un amigo, a 300 o 350 metros de mi casa", lamenta este hombre de 46 años. "No hay puertas ni ventanas y no quiero invertir para repararla porque no sé si voy a quedarme o marchar", indica.

De lejos señala a su casa, construida en una parcela de tierra heredada por su padre en la zona ahora controlada por el gobierno sirio.

"Es una casa de cuatro habitaciones, con una vista magnífica", añade este taxista, con la cabeza recubierta por un pañuelo palestino rojo y blanco.

Tadif, 30 kilómetros al este de Alepo, es la única ciudad de Siria donde las fuerzas del régimen de Bashar al Asad y los rebeldes proturcos coexisten relativamente en paz, separados por una línea de frente.

Khalil Ibrahim huyó de Tadif en 2015, cuando empezaron los combates en la población, caída un año después a manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Regresó cuatro años después tras la derrota del califato.

"Me instalé en la línea del frente porque los alquileres son muy altos" en otras partes de Siria, explica el padre de familia.

En 2017, las fuerzas de Al Asad, respaldadas por el ejército ruso, ocuparon parte de Tadif tras combatir a los yihadistas.

Al mismo tiempo, Turquía y sus rebeldes sirios aliados lanzaron una operación en el norte de Siria dirigida contra los yihadistas y los combatientes kurdos que Ankara considera "terroristas".

Desde entonces, los rebeldes proturcos tomaron el control de varias regiones en el norte del país, entre ellos una parte de Tadif.

"Mis hijos me preguntan: +Papá, nuestra casa está tan cerca... ¿Volveremos algún día?+", cuenta Ibrahim.

- Sin tiendas ni comercios -

Las calles de Tadif muestran todavía las cicatrices de los bombardeos que destruyeron parte de la ciudad cuando todavía estaba a manos del EI.

En la entrada norte de la localidad, carteles del EI, agujereados por balas, cuelgan en calles devastadas e inmuebles bombardeados.

En la línea del frente, sacos de arena y grandes bloques de piedra separan ambos bandos.

Los servicios públicos son inexistentes y muchas casas no tiene electricidad. A parte de un puesto de verduras, no hay comerciantes en la ciudad y sus habitantes deben trasladarse hasta Al Bab, a casi cuatro kilómetros, para comprar víveres y productos de primera necesidad.

"La gente vuelve aquí debido a la pobreza extrema", indica Rami al Mohamed Nayar, un responsable local.

"Algunos viven en campos (de desplazados) y decidieron volver a sus casas o vivir con allegados porque creen que es mejor vivir bajo un techo que bajo una tienda", explica.

- "Atrapados en medio" -

En un barrio del norte de Tadif, los niños transformaron las casas bombardeadas en espacios de juego. Algunos se encaraman a los restos de un tejado destruido, otros saltan y corren por las ruinas de un inmueble vecino.

Tampoco hay escuelas, con lo que niños y niñas, separados, aprenden los rudimentos de matemáticas, lectura y religión en una mezquita local bajo tutela de un imam.

Como Khalil Ibrahim, Fatima al Radwan, de 49 años, vive en un inmueble destruido, sin electricidad, a tiro de piedra de su antigua casa.

"Éramos felices" en la casa compuesta de tres habitaciones y una larga cocina que daba a un huerto, dice esta madre de cinco.

Pero desde que su hijo mayor, del que no tiene noticias, se sumó a las filas rebeldes, ella tiene miedo de volver a las zonas controladas por el régimen.

No puede vivir en otro lugar en Siria, porque los alquileres son demasiado elevados para su familia, que sobrevive vendiendo trozos de plástico que recogen.

"Aquí nos las arreglamos a pesar de los bombardeos" esporádicos, afirma. "Ellos se pelean y nosotros estamos atrapados en medio", se resigna.

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FUENTE: AFP

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