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El control de la tobillera electrónica: relato de los miedos de una víctima y la incertidumbre del después

¿Cómo es vivir con el monitoreo de una tobillera electrónica? Una víctima de violencia de género cuenta su historia en Subrayado.

¿Cómo es vivir con un aparato que alerta si tu agresor está cerca? ¿Qué tan efectivo es y cuán preparado está el sistema? Esta es la historia de una mujer que en 2021 sobrevivió a un intento de femicidio por parte de su pareja y padre de su hija.

Las veinticuatro horas posteriores a la denuncia fueron revictimizantes: policías le habían asegurado que no vería al agresor, pero al ingresar a la oficina lo encontró. Retrocedió y le reclamó a los efectivos, quienes le pidieron –ahí sí– que fuera a otra sala.

Sobre ese episodio contó a Subrayado: “Estás con ese terror de que él intentó matarte el día anterior. Uno no se siente cuidada”. Lo hizo con la voz distorsionada y de espaldas a la cámara, por temor.

Vivir con la tobillera.

Hoy, algunos años después, dice que la tobillera electrónica es el único método de alerta que la mantiene a salvo. Si el hombre viola el perímetro establecido, el dispositivo que ella lleva consigo comienza a sonar y recibe un mensaje en una pantalla: el ofensor está en las cercanías. Entonces, la Policía envía una patrulla para protegerla.

Pero no siempre la respuesta es inmediata. “Pasa diez o quince minutos sonando y uno no sabe qué hacer. Es nerviosismo, comenzás a temblar. Yo llamo a un amigo o familiar para que sepan qué está pasando”, cuenta.

Al principio, la alarma la incomodaba; con el tiempo aprendió a disimular cuando suena en el trabajo o cuando recibe una llamada de control. Su hija, también vive esos momentos con tensión: “Tiene mucho miedo y también está en alerta. En las madrugadas es muy difícil, ella empieza con el temor. Tenés que calmarte tú y mostrar tranquilidad”.

Vida nueva: cambios y miedos.

La mujer ya no vive en su casa propia. Tuvo que alquilar y colocar un sistema de seguridad “para ganar tiempo y llamar a la Policía” si su expareja aparece.

“Cambia y mucho la vida”, admite. “Uno empieza a sentir miedo, después aprende a vivir con ese miedo, a controlarlo y estar alerta. A veces hay que hacer cambios drásticos. Mirás para todos lados para ver si está o no. Cuando suena el sistema, uno mira para todos lados a ver si te está intentando matar, porque uno tiene miedo por su vida y por la de tu hija”.

Algunos cambios fueron inevitables, como nuevos caminos para ir al trabajo y otra forma de moverse por la calle. Pero en otros aspectos buscó que no se notara tanto el cambio, para que su hija no sintiera un entorno totalmente distinto.

La mayor incertidumbre, confiesa, está en lo que vendrá: “Con el tiempo se la van a sacar la tobillera. Qué pasará después, no lo sé. Me da miedo. Hoy es el único sistema de seguridad que tengo. Obviamente temo por mi vida”.

El sistema y los cambios previstos.

Las tobilleras no funcionan por sí solas: dependen de un sistema que responda rápido y con recursos suficientes. El debate volvió a la opinión pública semanas atrás luego del asesinato de Alfonsina (2) y Francisco (6) en Río Negro, a manos de su padre Andrés Morosini. Organizaciones sociales y feministas pidieron revisar la respuesta estatal.

Actualmente el Ministerio del Interior cuenta con 2.300 tobilleras para casos de violencia de género; 2.145 están en uso y hay 146 disponibles, según datos presentados en la Comisión de Presupuesto del Parlamento.

La cartera pidió en la Ley de Presupuesto la compra de 2.600 dispositivos más, de los cuales 600 serán para víctimas de violencia de género y el resto para medidas alternativas.

Además, el ministro Carlos Negro anunció en la radio M24 el desarrollo de una nueva tecnología complementaria: un celular con botón de pánico y conexión directa con el 911, que –señaló– permitirá una respuesta inmediata. También tendrá un call center al que la víctima pueda llamar en caso de duda o temor.

El dispositivo llevará el nombre de Élida, en homenaje a Élida Pensado Graña, la primera mujer policía uniformada en Uruguay.

La tobillera es hoy un escudo parcial. Su efectividad depende de un sistema capaz de acompañar a las víctimas, dar respuestas rápidas y, sobre todo, pensar en ese después que sigue siendo una pregunta abierta.

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