El 28 de diciembre, una familia de afganos llegaba al Aeropuerto de Carrasco huyendo del régimen talibán y buscando refugio en Uruguay.
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Ambos trabajaban en proyectos vinculados a la violencia de género en Afganistán. Cuando los talibanes tomaron el poder, empezaron a perseguirlos.
La familia está compuesta por una pareja de 31 años y un niño que cumple 3 en febrero. Debieron huir porque los talibanes los perseguían por su trabajo. Ambos trabajaban en el gobierno y en Naciones Unidas, en proyectos vinculados a violencia basada en género. Ella, Taiba, era directora de Género en el Ministerio de Salud.
Cuando los talibanes tomaron el poder, los fueron a buscar a su casa, y esa noche comenzó la odisea. Pasaron por distintas provincias de Afganistán y terminaron en Pakistán.
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La fecha clave, comparte Aliaqa, fue el 15 de agosto de 2021.
Alrededor de las tres de la tarde comenzaron a escuchar que los Talibanes habían llegado y las personas comenzaban a escapar. Ellos se refugiaron, primero, en la casa de unos amigos, en otra provincia, pero los detectaron allí y debieron irse a fines de ese año.
A dos compañeras de Aliaqa que trabajaban en un hospital las mataron los talibanes. Otros fueron encarcelados. Tenían que salir de ahí.
Para poder ingresar a Pakistán, debieron pagar una visa por 1000 dólares cada uno. Fueron vendiendo lo poco que tenían, algunas joyas, y se quedaron sin nada.
Las visas eran para un mes, pero estuvieron nueve. Hasta que recibieron un mensaje del gobierno de Pakistán que decía que debían marcharse o serían encarcelados por tres años.
EL VÍNCULO CON URUGUAY
En Pakistán, Aliaqa le escribió a todos los contactos que tenía en redes sociales para buscar ayuda. Le respondió un profesor español al que había conocido en unos años de estudio en ese país. Intentaron migrar a España, sin éxito. Pero el docente los puso en contacto con el periodista uruguayo Darío Klein.
A través de ese contacto, pudieron comunicarse con la entonces vicecanciller, Carolina Ache y con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que lograron que ellos lleguen a Uruguay.
Es la organización Acnur la que mantiene económicamente a la familia mientras buscan trabajo y tratan de establecerse en el país.
Él habla español. Taiba comenzará a estudiar en marzo, en un curso de la Universidad de la República y el niño, Sina, irá al jardín.
Cuando supieron que podrían viajar a Uruguay, sintieron “mucho miedo”, cuenta Aliaqa. Esto se debe a que amigos suyos que lograron visas para Brasil, fueron muy cuestionados por la Policía cuando ingresaron a ese país.
Pero en Uruguay, una persona los acompañó “hasta la última puerta del aeropuerto” y, tras esto, el hombre expresa: “Nos sentimos libres. Que no había nadie en la espalda. Cuando vinimos, todo era diferente. Vivían pacíficamente y nadie nos preguntaba de dónde éramos. En Pakistán cada día nos preguntaban”.
Buscó mucha información sobre el país, el clima, la historia, la gente. “Necesitamos trabajo, y yo tengo tres hermanos y dos hermanas que viven en Afganistán, menores que yo, y cuando trabajaba yo pagaba las cosas. Y también la familia de mi esposa. Queremos ayuda para traerlos a ellos también”, dice Aliaqa.
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