La batalla de San Pablo
Subrayado en la Final de la Libertadores. Por Roberto Moar.
Más de 25 grados. El sol cae a pleno en la agitada San Pablo. El título de "Folha" es atrapante para nosotros: "Dilma pressionou por Venezuela, diz Uruguai".
La crónica de la edición matutina del jornal de mayor circulación en el populoso estado del trabajo detalla frases de Almagro y tramas secretas de las decisiones de la cúpula del Mercosur. Sin embargo, al menor fraseo en español, la pelota comienza a brillar en los ojos de los interlocutores y la política queda de lado.
¿Torcedor de Boca?, preguntan.
No debería extrañar la interrogante porque muchos argentinos, con gorros, camisetas, bufandas y hasta pantalones xeneixes, se pasean inflando el pecho cual "compadrito" porteño por las agitadas ruas de la ciudad que albergará la final de la Santander Libertadores.
Títe, el conductor de 51 años de Corinthians, confiesa ante cientos de micrófonos -y en diálogo que se vuelve alocado- que con su adrenalina trepando a millón, controla la ansiedad recurriendo a místicas recetas y rituales inconfesables.
Así, cuando se apagan cámaras y micrófonos, ora en el rincón de un vestuario desierto y llama a su madre, esposa e hijos.
En su casillero descansa una botella de caipirinha que sólo abrirá en caso de triunfo, como ocurrió después del partido ante Santos.
En ese sublime instante, lejos de la exposición de los últimos días, el entrenador -que puede entrar en la historia: el Timao, uno de los equipos más populares de Brasil nunca ganó la legendaria Copa- recurre, para bajar la tensión, a una experiencia casi religiosa que lo conecta con los afectos.
Mientras Tite queda solo en su ritual, afuera, en los alrededores de Pacaembú, este cronista recibe un sermón digno de tiempos escolares cuando se identifica como oriental.
Jorge, 40 años, morador do Pacaembú, levanta la voz y recuerda: "ustedes los uruguayos pintaron en el frente de mi casa -Neymar puto- después del gol a Peñarol. No los quiero por acá".
En el oeste de la capital, reclamos como el de Jorge se multiplican.
Una asociación de vizinhos (Viva Pacaembú) grita a viva voz que un partido como este da miedo y es preferible no salir de casa.
Hace décadas, el hincha de Corinthians proclama superar al Flamengo en adeptos. Un hecho que ningún futbolero de ley ha podido comprobar.
Un título continental, en esta Copa que ya no tiene cuentos de alfileres, emboscadas en los vestuarios o jugadores que confiesan que la televisión no les permitiría jugar en estos tiempos, podría ser utilizado como efecto dominó.
Hoy, Brasil multiplica dinero al influjo del deporte y el Timao lo mueve en cantidades que incluyen varios ceros.
Boca, llega con el papel de villano asumido. Mientras el Comandante Tite se encomienda a los Dioses, los guerreros de Falcioni pintan sus caras para la gran batalla.
Aunque los tiempos cambien, los sistemas se reciclen y los dineros se multipliquen, ganar una Libertadores tiene asegurado un toque épico y un pasaporte a los libros que cuentan la historia.
Mañana... Sólo habrá risas o lágrimas...
Y lo saben dioses y guerreros.
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