Indonesia aborda el espinoso tema de ajustar el volumen de sus mezquitas

Cada noche sobre las 03H00, Rina se despierta sobresaltada por los altavoces de la mezquita de su vecindario de Yakarta, que tienen un volumen tan alto que le impiden dormir y le provocan nauseas. Pero no se atreve a quejarse por miedo a ser atacada o terminar en la cárcel.

Cada noche sobre las 03H00, Rina se despierta sobresaltada por los altavoces de la mezquita de su vecindario de Yakarta, que tienen un volumen tan alto que le impiden dormir y le provocan nauseas. Pero no se atreve a quejarse por miedo a ser atacada o terminar en la cárcel.

Las mezquitas y las llamadas a la oración se consideran sagradas en Indonesia, el país con más población musulmana del mundo. Quienes las critican pueden ser acusados de blasfemia, un crimen punible con hasta cinco años de prisión.

"Nadie se atreve a quejarse aquí", dice Rina, una mujer de 31 años que prefiere usar un seudónimo por temor a represalias.

"Los altavoces no se utilizan solamente para llamar a la oración, también para despertar a la gente 30 o 40 minutos antes de la plegaria de la mañana", explica esta mujer, que dice estar al límite tras seis meses aguantando esta tortura acústica.

Consciente del problema, el Consejo Indonesio de Mezquitas (DMI) envía equipos móviles para ajustar el sonido de los altavoces de los lugares de oración a través del país.

El archipiélago del sureste asiático, el cuarto país más poblado del mundo, ha sido largamente alabado por la convivencia de sus diferentes comunidades religiosas, pero el islam tolerante que predominaba se ve presionado actualmente por corrientes más radicales.

En 2018, una indonesia budista fue condenada a cárcel por decir que la llamada al rezo le causaba "dolor de orejas".

- Símbolo de grandeza -

Indonesia cuenta con 750.000 mezquitas con una decena de altavoces cada una que emiten el 'adhan', la llamada a la oración, cinco veces cada día.

Para Rita, se trata de un verdadero problema de salud.

"Empecé a tener insomnio y me han diagnosticado problemas de ansiedad por despertarme incesantemente. Ahora, intento agotarme lo máximo posible para poder dormir a pesar del ruido", explica.

"Hay una tendencia a poner el volumen muy alto para que el llamado sea escuchado por el mayor número de fieles posible porque consideramos que es un símbolo de la grandeza del islam", dice Azis Muslim, que coordina el programa del DMI para mejorar la acústica.

Esta iniciativa busca reducir las tensiones comunitarias ayudando gratuitamente a ajustar el sonido de las mezquitas. Casi 7.000 técnicos han prestado este servicio a más de 70.000 mezquitas.

El responsable de la mezquita Al Ihkwan de Yakarta, Ahmad Taufik, aprovechó la oportunidad.

"El sonido está menos alto actualmente. Así, no molestará al vecindario, sobre todo porque un hospital detrás de la mezquita", señala.

- El riesgo de denunciar -

Pero esta cuestión es a menudo fuente de conflictos en el mundo musulmán.

En junio, las autoridades sauditas ordenaron a las mezquitas limitar el volumen de sus altavoces a un tercio de su potencia máxima y no difundir sermones enteros, lo que provocó reacciones hostiles.

En Indonesia, hace cinco años, cientos de manifestantes prendieron fuego a decenas de templos budistas en la ciudad de Tanjung Balai, en el norte de la isla de Sumatra, después de que una indonesia de origen chino criticara el ruido de los llamados a la plegaria.

Esta madre de cuatro niños fue enviada a prisión en 2018, condenada a una pena de 18 meses.

Y en mayo de este año, una turba furiosa marchó hacia una residencia de lujo cerca de Yakarta porque uno de sus habitantes pidió alejar los altavoces de su casa.

La policía y el ejército tuvieron que intervenir y el hombre se vio obligado a disculparse.

Para Ali Munhanif, de la universidad islámica pública Syarif Hidayatullah de Yakarta, los indonesios reaccionan a menudo con ira a estas quejas porque piensan, equivocadamente, que los anuncios sonoros son una obligación religiosa.

"Es lo que pasa cuando el progreso tecnológico se topa con una expresión religiosa excesiva. Si la llamada a la oración no se organiza ni se regula, puede perturbar la armonía social", añade.

Rina, sin embargo, no quiere por nada del mundo denunciar la situación.

"Presentar una queja solo provocará un desastre", asegura. "No tengo otra opción que acostumbrarme o vender mi casa", se resigna.

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FUENTE: AFP

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