Dice Gabriel Camilo que Lo de Carlo es un hogar y es, también, "un lugar donde aquellos que nadie ve, aquellos que nadie escucha, tienen un lugar en esta casa”.
Gabriel: un ex privado de libertad que busca ayudar a otros que, como él, quieren una segunda oportunidad
Lo de Carlo es un proyecto de Nuestros hijos nos esperan, una organización fundada por Gabriel en la que buscan la reinserción y dan hogar a ex privados de libertad.
Gabriel estuvo preso 11 años y ahora apoya a ex privados de libertad que, como él en su momento, necesitan un hogar, un lugar donde ser vistos.
Lo de Carlo es uno de los proyectos enmarcado en la organización “Nuestros hijos nos esperan”, que fundó Gabriel. Está ubicada en Progreso. Para comunicarse con el hogar el número es 098454283.
Uno de los hombres que viven allí es Iván Bianchi. Llegó a Uruguay después de estar preso siete años en Argentina. Allí, en el país vecino, un cura lo puso en contacto con Gabriel.
“Me vino al pelo porque no conocía nada. Me había alquilado algo por cinco días. No tenía a donde ir, no tenía qué comer, no conocía a nadie”, cuenta Iván.
“Emocionalmente se llega hecho pedazos. Hechos una piedrita de pome, ásperos, con mucha soledad, con mucha tristeza, con muchas raíces de amargura.Cuando llegan acá, se encuentran con gente que son pares de ellos”, expresa Gabriel.
Dice, también, que el 70% de quienes viven en la casa trabaja. Allí se busca la reinserción de los liberados: “Pueden tener un futuro, armar un curriculum”.
“Si tenés solo antecedentes penales, se te complica. Si vos tenés un antecedente laboral, se te hace más fácil”, agrega.
Lo que importa, dice Gabriel, es que “la persona quiera tener una oportunidad”.
Para Iván, Lo de Carlo le dio “la oportunidad de seguir viviendo”. Afirma que cuando salió de la cárcel había tomado la decisión de no hacer daño a nadie, que no le iba a volver a fallar a su hija. “Me dio vida”, asegura pensando en Gabriel.
El hogar se financia a través de un convenio con el Ministerio de Desarrollo Social, pero hay cosas que no están en contempladas en ese presupuesto. Ahora quieren un tractor para trabajar la tierra.
El comienzo de la historia.
Gabriel comparte que empezar con el hogar fue una manera de “dejar de hacerla mal” a sus hijos.
“Fui un anormal, un idiota, un estúpido que creía que era vivo, y el motivo que a mí me hizo el click y me bajó la cortina a mi forma de pensar, a mi forma de tomar decisiones, fue el haber escuchado de mi hija ‘papá tengo hambre’”, narra. “La única persona que tenía que terminar con eso era yo”.
Por su parte, Iván habla sobre lo que es no tener a nadie. “Hay gente que tiene su madre, su padre que los valoren. Cuando no tenés a nadie y estás solo, te rodeás de gente que lo único que quiere es usarte”, afirma.
En su caso, cuenta que empezó a “codearse con la delincuencia” a los 17 años, cuando falleció su madre. Después, falleció su padre. “Empecé a delinquir y la rueda de siempre, caer preso. Estuve más tiempo en la cárcel que en la calle. Entonces lo que más me importa hoy es que mis hijas estén empezando a creer”, dice.
Gabriel sostiene que cuando salió de la cárcel no podía hablar por teléfono con sus hijas. Hoy viven con él.
“La grande, Natalia, que estamos yendo a la Colonia Berro, y ella cuando da una charla, los chiquilines que están allí presos, privados de su libertad, le dicen que ella siente orgullo de su papá. Esas cosas me generan energía para que al otro día no me entorpezca”, comparte.
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