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Cuando bloquearon Ciudad Vieja para defender la democracia

El vicealmirante Juan José Zorrilla merecía un libro que contara su vida, porque en medio del deterioro de la democracia y el avance de mandos militares contra las autoridades elegidas por el pueblo, este oficial de la Armada tomó una decisión valiente y sorprendente; salió a resistir a las calles con sus efectivos, con una acción decidida para impedir el anunciado golpe de Estado.

No sirvió su ejemplar reacción democrática y sin apoyo y traicionado, pidió el pase a retiro, por un tiempo tan largo como fue la dictadura, pero luego volvió a lo público, como un político del Partido Colorado, a una banca del Senado.

Curioso periplo de Zorrilla, que fue miembro del primer Parlamento de la era democrática más prolongada de la historia del Uruguay.

El protagonista de este libro fue el hombre que el 8 de febrero de 1973 salvó el honor de la Armada, y de las Fuerzas Armadas todas, cuando sus camaradas del Ejército y de la Fuerza Aérea, junto a otros oficiales de la Armada, invadieron la democracia para usurpar el poder.

Había nacido en Rivera del 1º de noviembre de 1920 fue a la escuela pública y al liceo departamental, y con 18 años se incorporó a la educación naval y en 1940 salió con el titulo de guardiamarina del Cuerpo General; fue capitán de Fragata, capitán de Navío y en 1972 fue ascendido a contralmirante y designado comandante en jefe de la Armada.

Cuando en el “febrero amargo” de 1973, el Ejército sacó sus tanques a la calle, Zorrilla ordenó bloquear la Ciudad Vieja; se declaró leal a las instituciones y le comunicó al presidente de la República que la fuerza estaba a su disposición, en orden de combate.

No sirvió, Bordaberry fue a un acuerdo con el Ejército y la Fuerza Aérea, y Zorrilla renunció al cargo, pero la historia no termina ahí.

¿Por qué leerlo? Porque vale la pena conocer la vida de este militar que sorprendió a todos con su valiente defensa de la democracia en un verano en el que demasiados protagonistas políticos parecían dormir una siesta, frente al avance del golpe de Estado.

ALEJANDRO PASQUARIELLO - El último bastión

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