Besos en la frente

    En estos días asistimos a una denuncia pública sobre discriminación gay en un boliche de Montevideo.

    En estos días asistimos a una denuncia pública sobre discriminación gay en un boliche de Montevideo. La justicia acaba de resolver archivar el caso ya que no encontró mérito para acusar a los propietarios del local Viejo Barreiro. Un grupo de jóvenes denunció que personal de seguridad del local echó a una pareja de hombres que se estaba besando en la pista de baile.

    Escuchamos a través de Subrayado a estos amigos que representando los derechos de la pareja, denunciaron el acto discriminatorio.  No escuchamos los argumentos de los dueños del comercio, ya que no quisieron hablar públicamente. Lo que se interpreta a partir de la denuncia es que hubo alguien o algunos que se sintieron ofendidos y agraviados por la conducta de los jóvenes. Sin embargo la justicia no entendió que en este caso se estuviera cometiendo un acto de violencia moral o desprecio contra otra persona.

    Más allá de lo que la justicia dictaminó y en eso no me puedo meter porque no tengo la información, hay algo que está en el aire, los besos en público de los homosexuales siguen molestando. Por alguna razón las demostraciones afectivas de los gay son vistas con otros ojos. El estigma de anormalidad y promiscuidad sigue acompañando a este colectivo.

    Lamentablemente en nuestra cultura la intolerancia y el prejuicio sexual subsisten. Si no ¿por qué se demora tanto en aprobar la ley de matrimonio igualitario? En Argentina, país históricamente más conservador que el nuestro, ya tiene esta ley desde hace un año. En España fue aprobada en el año 2005 y eso que el franquismo se encargó de perseguir a los homosexuales a través de la ley de vagos y maleantes. Precisamente como no hay argumentos para criminalizar a quien opta por otra forma de sexualidad y de vida amorosa que la que “dios manda”, se los ha vinculado por siglos con la inmoralidad, la indecencia, la vagancia, la perversión, etc.

    En el año 2007 el parlamento uruguayo reconoció la unión libre entre parejas incluyendo a aquellas integradas por personas del mismo sexo. De esta manera reconocía derechos y obligaciones para aquellas parejas con cinco años de convivencia. Este avance legislativo fue considerado ejemplo en Sudamérica. De la misma manera fue ejemplar una modificación legislativa en el 2009 que dio la posibilidad a parejas del mismo sexo a adoptar niños. Sin embargo, falta algo más, el reconocimiento del matrimonio entre homosexuales.

    Creo que el derecho a esta institución sacralizada es un paso muy importante de desagravio y de aceptación de la homosexualidad como una práctica natural del ser humano. Al celebrarse el Día del Orgullo Gay el mes pasado algunos medios de prensa actualizaron en qué proceso estaba la consideración de la ley de matrimonio igualitario en el parlamento.

    Algunos legisladores dijeron que había otras prioridades. Cuánto intercambio de ideas puede llevar la aprobación de esta ley! Puedo imaginar algunos argumentos: entre ellos la muerte de la familia como sostén de la sociedad. Una gran hipocresía. Si la familia uruguaya hoy carece de fuerza institucional es pura y exclusivamente responsabilidad del colectivo heterosexual que en todo caso se encargó de destruirla. Tanta vuelta para reconocer que somos unos retrógrados, intolerantes y prejuiciosos porque no terminamos de soltar nuestros miedos. En este caso sinónimo de fobia, de homofobia.

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