Las cinco mafias del narcotráfico que gobiernan Montevideo

"Los Bartolo", "Los Hermanos Alvariza", "Chelo" Panizzi, "La Chinga" y "Betito" Suárez cambiaron el mapa delictivo y reflejan la crisis de valores y la violencia social

 

¿Sabe quién es “Betito” Suárez (foto) cuyo grupo manda en Cerro Norte? ¿Conoce a sus adversarios, los “Hermanos Alvariza”? ¿Alguna vez escuchó hablar de “Los Bartolo” del Marconi? ¿Y de “la familia de la Chinga y de el grupo de “El Chelo” Panizzi en el Borro y Casavalle?

Según el Ministerio del Interior, estas cinco mafias a la uruguaya dominan los barrios más vulnerables de Montevideo, vienen elevando las tasas de homicidio a causa de los “ajustes de cuenta” entre ellos, y han instalado la idea de la “zonas liberadas” para la venta de estupefacientes, informa hoy Búsqueda.

Todavía hay mucho por hacer. Los expertos oficiales todavía no tienen del todo claro quienes controlan Malvín Norte y Carrasco Norte. Se cree que detrás hay delincuentes más jóvenes, bandas emergentes.

El esquema se completa con zonas de “conflicto”, donde no hay un grupo criminal dominante y las balas se cruzan entre las mafias de otros barrios que quieren tomar el territorio. Es el caso de los barrios Villa Española, Ituzaingo, Barros Blancos, Chacarita de los Padres, Maroñas, entre otros. También operan allí bandas pequeñas locales. En Chacarita, un caso es el de “Los Caquitos”, que en las últimas semanas prendieron fuego dos casas porque sus propietarios se negaban a prestarlas como bocas de venta de pasta base.

Pero, claro, este es un grupo emergente, menor. Hay grupos más avanzados que se forman en torno a un líder con sus familiares inmediatos, y gente de confianza. Son equipos de al menos 20 personas, e incluso pueden superar los más de 50 integrantes como en el caso de la banda de Luis Alberto Suárez, actualmente recluido en el Penal de Libertad.

Si bien tiene un origen similar al clan, no hay identificación interna de sus integrantes. No se denominan a sí mismos como “miembros de”, según el estudio de la Policía. Tampoco se organizan como estructura paramilitar con comandantes o lugartenientes asignados por áreas, tal como ocurre en bandas centroamericanas o de Brasil. Si bien es cierto que la escala del negocio no da como para dar un salto “a lo Pablo Escobar” pueden darse “lujos”, mejorando su logística y armamento para afianzar su dominio territorial. También tienen cierta organización para reclutar jóvenes del barrio, y fidelizar a vecinos en base al pago de cuentas (luz, agua, etcétera). La Policía descubrió que, en Marconi por ejemplo, una sola persona pagaba servicios públicos de decenas de padrones del barrio.

Precisamente “Los Bartolo” -la banda a la que se le indaga por esto- son, a juicio de la Policía, los que mejor dominan su territorio. No sólo pagan las cuentas de los vecinos. Los usan como fuente de información. Entre sus elementos más jóvenes reclutan a los futuros “soldados” de base para sus actividades. Si alguna persona se negara a colaborar utilizan distintos métodos de acoso hasta obligarlos a irse del barrio.

“Betito” Suárez fue, en su origen, un conocido rapiñero. Pero en los últimos diez años cambió el rumbo de su actividad a instancias de la alta rentabilidad de la pasta base. Hoy dirige su organización desde la cárcel (está en régimen de aislamiento). Se cree que lidera el grupo más gran de criminales organizados.

La Policía tiene claro que Suárez amplió sus conocimientos sobre el narcotráfico en contacto con algunos delincuentes internacionales que están en el Penal de Libertad. En su celda se ha encontrado material organizativo de bandas como el Primeiro Comando da Capital (PCC)

“Los Hermanos Alvariza” también son de Cerro Norte y se dedican a la venta de drogas. Hasta el momento, según la información policial, mantienen una relación pacífica con la banda de “Betito”. Se cree que es uno de los grupos que se dedica al sicariato. Algunos de sus integrantes son investigados por los asesinatos de “El Pitufo” en Atlántida, y de Diego “El Peligroso” Suárez, socio y amigo del excontratista de fútbol, Washington “Bochita” Risotto. Éste último también fue ejecutado a principios de enero de 2012.

“El Chinga” y “El Chelo” dominan el Borro y Casavalle. Los informes señalan que la primera de estas mafias es menos significativa que la segunda. Debe enfrentarse con pequeñas bandas de casavalle que quieren disputarle el territorio, lo que ha generado decenas de muertes. Su líder, El Baby, está preso, y su hijo murió en el fuego cruzado ante enemigos barriales que se dedican a la venta al menudeo.

“Chelo” Panizzi también es un jefe narc que está preso. Hoy la banda es liderada por su hermano. Como principal giro el grupo vende drogas, pero además alquila armamento para otras bandas.

Los montevideanos escuchan hablar, cada tanto, de bandas criminales. El Ministerio del Interior desde hace tiempo viene advirtiendo sobre la “feudalización” de la criminalidad. Por lo menos desde hace cinco años, se señala que hay grupos de delincuentes organizados -la globalización no tiene fronteras temáticas- que se inspiran en esquemas como los maras salvadoreños o el PCC de Brasil que nació en San Pablo y se extendió a todo Brasil a caballo del narcotráfico.

La venta de drogas es el giro principal pero es un negocio que maneja varios rubros como venta y alquiler de armas, servicios de sicariato, y usan el asesinato como modalidad para dirimir diferencias y defender su territorio. Uno de cada tres homicidios cometidos en 2012 tuvo como origen los ajustes de cuenta o asesinatos preventivos, como los suele llamar el Ministerio del Interior.

La Policía viene desarrollando desde hace un tiempo un inventario de delincuentes que explica la “crisis de valores” a la que cada tanto alude el presidente José Mujica y gran parte del sistema político nacional.

Por lo general, los individuos que cometen delitos repiten su modus operandi y rara vez se mueven fuera de su ámbito. En ese marco, el director nacional de Policía, Julio Guarteche, estimó que hay unos 60.000 delincuentes registrados en Uruguay desde 2003 a la fecha. De ellos 43.000 son ladrones comunes, unos 8.800 son rapiñeros, más de 3.000 son homicidas y unos 330 copadores, entre otros especialistas.

A eso hay que sumarle que la población carcelaria supera las 10.000 personas. Cada año se incorporan 700 nuevos delincuentes al sistema, entre ingresos y egresos. No hay que descuidar tampoco que el nivel de reincidencia delictiva volvió a elevarse a 60%, según datos del Ministerio del Interior.

El Estado uruguayo ya lo intentó de otras formas. Atrás quedó la Ley de Humanización del Sistema Carcelario (2005) que liberó a más de 800 reclusos primarios, autores de delitos sin violencia y otros con más del 50% de la pena cumplida.

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