¿Somos los ciudadanos del mundo más capaces, informados y libres desde que tenemos a disposición masivamente Internet y acceso a redes sociales? Sí, pero eso no significa más inteligentes. Hacia dónde orientemos la identidad, la cultura y nuestra responsabilidad como ciudadanos cibernéticos dependerá cuán orgullosos nos sintamos de la era que nos tocó vivir.
Ustedes y nosotros
¿Somos los ciudadanos del mundo más capaces, informados y libres desde que tenemos a disposición masivamente Internet y acceso a redes sociales?
Somos capaces. Somos capaces de, con tan solo un enter, comenzar a transformar la realidad. ¿Crees que no? Hay cantidad de ejemplos recientes, globales y en comunidades pequeñas. Las revueltas en Libia o el movimiento de “indignados” en Europa comenzaron con un twitt. Como consumidores también tenemos en las redes sociales un poder que no teníamos.
Estamos más informados. Estamos más informados si queremos estarlo porque lo banal y lo trascendente están a la misma distancia y a cada instante hay que discernir y volver a elegir. Casi de forma simultánea nos enteramos de los hechos que ocurren. Lo podemos leer, ver o escuchar, hasta relatado por sus propios protagonistas. Hay un salto permanente entre lo local y lo global. Para los periodistas las redes sociales se transforman en sitios fuentes de información y lugares donde publicar las noticias. (Deberemos en este punto colegas, acordar criterios y tener autocrítica).
Somos más libres. Sabemos lo que ocurre en cualquier parte del mundo pero también sabemos lo que dice el mundo de nosotros. El uso de Internet y el desembarco de las redes sociales nos dan la libertad de decir lo que tengamos ganas desde un lugar ínfimo con un eco infinito. Pero la libertad en las redes sociales, para muchos se ha transformado en las cadenas de su propia esclavitud. Las redes se tejen veloces mientras detrás hay millones que dedican horas a estar pendientes de las transformaciones a tal grado que los psiquiatras ya los tratan como adictos.
Somos capaces, estamos informados y somos libres de decir mil cosas sin sonrojarnos pero hay generaciones que ya sólo conocen la comunicación virtual y son incapaces e inasequibles de entablar un diálogo cara a cara.
Me tocó asistir a fines del año pasado a un seminario de comunicación 2.0 que dictó un especialista argentino. Muchos de los asistentes tuvieron un fluido intercambio a través de twitter los días previos al encuentro. El día del seminario llegaron y permanecieron en silencio, sin retirar la atención de los dispositivos electrónicos y evitando la mirada y la palabra oral. Nadie se presentó ni se animó casi a comentar en voz alta lo aprendido, como si nunca antes hubiesen hablado.
El mundo sin ombligo… Las redes se entrelazan de tal forma que hoy el mundo es una aldea sin principio ni fin y más nadie podrá volver a ser el ombligo del mundo.
Este espacio será un lugar de reflexión que nace en lo virtual pero aspira a fortalecer la comunicación interpersonal.
Cuando llegues al final, te sugiero desconectarte, apagar la computadora e invitar a un amigo a un café.
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