Hace unos días, varios de mis seguidores, me propusieron que escribiera del “Mejor jugador de la Copa América”. Inevitablemente, a la hora de escribir las primeras líneas, recuerdo las palabras de mi compañero Fernando González, uno de los periodistas todoterreno de “Punto Penal” que me anunció, hace años, –cual conocedor profundo de las inferiores tricolores- el advenimiento de un bombardero salteñoque –según me dijo- “Romperá las redes de todos los arcos”.
Junto con el tradicional –y bien uruguayo- “Acordate lo que te digo” supo campear el temporal de cuestionamientos que muchos le hacían cuando Luis Suárez -nombre y apellido del futuro goleador- perdía -o se nublaba- en el mano a mano con los porteros.
Cuando el pibe litoraleño aceitaba su mira y comenzaba a dar más en la red que en los palos -o en la humanidad hecha golero-, una tentadora oferta del fútbol holandés obligó a su rápida partida.
Durante unos cuantos meses, Suárez pagó tributo a la adaptación forzada del adolescente del interior al explosivo fútbol europeo. Su debut contra Junior de Barranquilla –con los nervios propios del pibe de corazón tricolor- quedó en el olvido y el nuevo mundo del Groningen lo preparó para triunfar en el fútbol del Viejo Continente.
11 goles en 33 partidos despertaron el interés del Ajax de Holanda que multiplicó por siete el precio que pagó el joven equipo de la ciudad de Groninga que apuntalaron los hermanos Ronald y Erwin Koeman.-
El afamado Ajax, nacido con el siglo pasado, y ganador de Copa de Europa, Recopa y Copa UEFA, recibió con entusiasmo al talentoso uruguayo y se preparó para gritar sus goles en los Klassleker contra PSV y Feyenoord.
Desde Amsterdam, llegaron noticias de las andanzas del “Salta” y una anécdota sobre su sobrepeso que el propio atacante zanjó eliminando las bebidas Colas y el pan de su dieta.
Según contó Daniel Enríquez, Gerente deportivo de Nacional, Suárez recibió una notificación que señalaba que debía bajar un par de kilos si quería jugar los partidos de la Eredevisie.
El dirigente tricolor también contó que el atacante llegó al peso ideal sin ayuda porque el club inculca responsabilidad a sus futbolistas.
Pasaron veranos con nostalgias, otoños e inviernos duros y primaveras para tomar impulso.
Luis Suárez, pibe de la tierra de los naranjos, fue una infernal máquina goleadora vestida de rojo y blanco. En el período 2007-2011, festejó 111 veces en Liga, Copa Holandesa y certámenes internacionales.
El 28 de julio de 2010 anotó su gol número 100 en el Ajax con una chilena, en un partido contra el PAOK Salónica por la clasificación a la Champions League.
Aquel año fue nombrado como el mejor jugador del campeonato holandés y consiguió ser el máximo goleador con 35 goles en 33 partidos.
Claro que antes de tamaña hazaña en el “País de los Tulipanes” fue genio y figura de la fábula de unos muchachos de corazón y camiseta celeste en la lejana Sudáfrica donde un Maestro los llevó de la paz de Kimberley a las agitadas definiciones del “Soccer City” o el “Green Point”.
Allí fue héroe y confirmó que lo que se esperaba del Mesías no era en vano.
Hace unos días, en la desolada sala de conferencias del Hotel Intercontinental de Mendoza, delante de periodistas uruguayos que se contaban con los dedos de una mano, desestimé la posibilidad de preguntarle de fútbol para hablar de su pequeña hija Delfina, con quien se abrazaba en cada atardecer después de la práctica.
Las respuestas contuvieron una indisimulable emoción y el pago fue un agradecimiento del delantero por el recreo deportivo de las preguntas. Prometió volver con la Copa América a casa.
No sólo cumplió… también fue elegido el mejor futbolista del certámen.
Suárez es el nuevo Mesías del gol. Fue bautizado, hace unos meses –con su llegada a Liverpool- “El Pistolero de Anfield”.
Se los adelanto.
Será el goleador uruguayo de todos los tiempos. Como dicen más allá de la Frontera de la Paz...“Con certeza”.
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