Un excapitán de las Fuerzas Armadas, Asencio Lucero, admitió ante la justicia haber practicado plantones, submarinos y haber aplicado la picana eléctrica a presos durante la llamada guerra sucia, aunque dijo que lo hacía por “presión psicológica” y con “respeto por el cuerpo humano”, informó hoy Búsqueda.
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Exmilitar admitió picana y submarino a presos en los años 70
Por una causa judicial de derechos humanos fue interrogado el excapitán de inteligencia Asencio Lucero. Se trata del primer reconocimiento de torturas.
Lucero explicó así por qué no usaba la picana eléctrica para dar golpes de corriente en los genitales de los detenidos. Su relato llamó la atención a la jueza Julia Staricco y la fiscal Silvia Nipoli, ya que hasta ahora los militares que sirvieron en la dictadura habían reconocido “cachetadas” y algún “agarrón del gañote”, al decir del represor José Nino Gavazzo, preso en la Unidad Domingo Arena. Rosana Gavazzo, hija de éste último, es la abogada del exmilitar interrogado.
A los 74 años, el nombre de Lucero no ha estado en el candelero de los oficiales acusados de violación a los derechos humanos. Fue oficial de inteligencia en el Regimiento Nº 9 de Caballería en los años 70. Declaró ante la justicia el 30 de setiembre y dijo que los presos tenían un “tratamiento respetuoso de los derechos humanos, profesional militar, custodio de las libertades”.
De todos modos, conforme avanzaba el interrogatorio, admitió abiertamente que se para obtener información los presos eran sometidos a plantones hasta que se desplomaban por su propio peso, y a otro tipo de torturas como submarino seco y húmedo, privación del sueño, suspensión de visitas. A las mujeres se las obligaban, inclusive, a permanecer desnudas por largos períodos.
El abogado patrocinante Federico Álvarez Petraglia estimó que el testimonio de Lucero “es muy importante” porque, por primera vez, se reconoce explícitamente las torturas, consigna el semanario.
Lucero dijo ser un “hombre muy paciente” y que su técnica de interrogatorio era la tortura psicológica.
Nombró varios compañeros del regimiento, un médico de apellido “Sacarabino” y una médica de apellido “López”, quienes se encargaban de certificar si el recluso estaba en condiciones de recibir más apremios.
También mencionó como interrogadores a un teniente Braida y a un oficial llamado Brusconi.
La abogada Gavazzo le preguntó si el comandante del regimiento, un militar de apellido Livtosvsky estaba enterado del tipo de interrogatorios, a lo cual Lucero respondió afirmativamente.
Incluso fue más lejos: contó que sometieron al comandante a un “tacho seco” (“submarino”) para que supiera de qué le estaban hablando.
“Le envolvimos la cabeza con una bufanda y lo llevamos para un estanque de agua que él sabía donde estaba”. Describió esa acción como una broma” y señaló que Litovsky “se asustó”.
FOTO: Regimiento de Caballería (Centro de Fotografía de Montevideo)
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