CINE

Anthony Hopkins, el hombre que descubrió la felicidad a los 75 años

El actor multipremiado fue un niño humillado por sus compañeros, descubrió en la madurez que era Asperger, y despotrica contra todo lo británico

Sir Anthony Hopkins es famoso por su gusto por la soledad, por su carácter volcánico y atormentado. Pero desde hace un tiempo se lo ve bailando en las redes sociales canciones de Elvis Crespo con su esposa colombiana. ¿Qué pasó?

En diciembre de 2020, Hopkins (Port Talbot, Reino Unido, 1937) celebró en un vídeo de Twitter sus 45 años sin beber alcohol, la revelación sorprendió a sus seguidores.

Dice que a los 75 años descubrió que en "la cima" que tanto ansiaba de niño no había nada, y que eso lo distendió y lo convirtió en un hombre feliz.

A los 83 años, se convirtió en el actor de mayor edad en conseguir un Oscar al mejor actor protagónico por "El padre", la historia de un hombre que va perdiendo la razón .

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Él sabe de crisis: sufrió depresión, ataques de ira, remordimientos por abandonar a una hija recién nacida.

“Recuerdo el primer día de clase con aquel olor a leche podrida, pajitas y abrigos húmedos. Me senté ahí, completamente petrificado, y ese sentimiento se quedó conmigo durante toda mi infancia y adolescencia”, contó a la revista ‘Playboy’, sobre sus primeros recuerdos en Port Talbot, la localidad siderúrgica del sur de Gales donde creció.

De niño sufrió algo que ahora se llama bullying al ser considerado el freaky del colegio

"Los profesores, los compañeros y sus padres le repetían que era demasiado tonto para cualquier trabajo", contó el actor.

Un perfil publicado en El País de Madrid lo describe como el clásico solitario: nunca un amigo, pasaba las tardes dibujando o tocando el piano. A veces ni siquiera asistía a su propia fiesta de cumpleaños.

“Me sentía el más tonto de la clase, quizá tenía problemas de aprendizaje, pero era incapaz de entender nada. Mi infancia fue inútil y enteramente confusa. Todo el mundo me ridiculizaba”, reveló a The New York Times.

PARA NINGÚN TRABAJO

Richard Burton lo inspiró a cambiar. Él también era de Port Talbot y Hopkins el loco, como le llamaban entonces, lo conoció a los 15 años.

“Me contó que se hizo actor porque no valía para ningún trabajo. Luego se montó en su Jaguar y se fue. No se veían muchos coches así en la posguerra. En aquel momento comprendí que necesitaba salir de allí. Dejar de ser quien era. Ser rico y famoso. Y empecé a soñar con vivir en Estados Unidos”, recordó Hopkins.

En la crónica que realiza El País de España, se recuerda que Hopkins precisó pocos años para alcanzar un gran honor al que le gustaría llegar a cualquier intérprete británico, que es protagonizar obras del National Theatre.

Fue cuando estaba encabezando Macbeth, que se largó con la temporada a medias para rodar una película en Hollywood, recuerda la crónica.

“El teatro no encaja con mi personalidad ni con mi temperamento. Nunca lo disfruté. El teatro británico es muy académico y yo siempre he sido muy mal estudiante. No me gusta la autoridad, ya sufrí suficientes abusos de pequeño. Recuerdo que Katharine Hepburn, durante el rodaje de mi primera película, El león de invierno, me dijo: ‘Estamos en pleno enero en el sur de Francia y cobrando por ello. Esta es la mejor vida, ¡aférrate a ella", recordó en Vanity Fair.

En 1968 abandonó a su primera esposa, con la que tenía un bebé de cuatro meses, porque se dio cuenta de que era “demasiado egoísta” para crear una familia.

LOS DEMONIOS TE SIGUEN ADONDE VAS

Durante la década de 1970, fue que Hopkins alcanzó fama de “actor temperamental”, consigna la crónica.

Tenía ataques de ira durante los rodajes, que incluso lo llevaban a agarrarse a golpes con directores o desaparecer de las grabaciones sin dar explicaciones.

Años después él mismo confesaría que, como no quería beber durante la jornada laboral, su agresividad surgía porque siempre estaba con resaca.

El 29 de diciembre de 1975, Hopkins amaneció en un motel de Phoenix sin tener la menor idea de cómo había llegado hasta allí. No ha vuelto a beber desde entonces. “Admití que tenía miedo, lo cual me dio una libertad maravillosa. Me sentía inseguro, paranoico, aterrorizado. Temía no valer para nada, que no encajaba en ningún sitio”, confesó a The New Yorker.

Ya se sabe que huir los demonios es imposible. Van donde uno vaya. Aunque intentó apaciguar su carácter mediante la sobriedad, los problemas estaan allí.

A veces se montaba en su coche y conducía durante semanas, otras se pasaba días sin dirigirle la palabra a nadie.

En 1981, cuando ya había ganado dos Emmys, su padre falleció, y dicen las crónicas que allí el actor le dijo por primera vez que lo quería, aunque solamente se animó a besarlo cuando había fallecido.

“El médico le informó de que el corazón se le había hinchado por años y años de esfuerzo. “Cuando pienso en cómo mis padres se esclavizaron toda su vida en una panadería para ganar una miseria... yo lo he tenido demasiado fácil. Me avergüenzo de ser actor. Debería estar haciendo otra cosa. Actuar es un arte de tercera. Nos pagan demasiado y nos hacen demasiado caso. Me gusta la atención y el dinero, pero me siento como un estafador”, dijo en The Guardian, según consigna El País.

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A pesar del éxito de Magic, El hombre elefante o Motín a bordo, su carrera en Hollywood no despegaba y tuvo que regresar a Londres.

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HACKMAN LE DIJO QUE NO A LECTER

Una tarde fue al cine a ver Arde Mississippi y sintió envidia, rabia y frustración por no tener una carrera como la de Gene Hackman. Días después su agente americano lo llamó por teléfono: Hackman había rechazado el papel de Hannibal Lecter y él era la segunda opción. Era el año 1990.

Fue con ese protagónico, en El silencio de los inocentes, que logró pasar a la historia: logró un Óscar, incluso un título de sir y el reconocimiento popular internacional.,

En los 90, personificó a Nixon, aportó su estampa british a películas como Regreso a Howard’s End, Tierras de penumbra, Lo que queda del día.

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"Howard's End" (1992)

Con ironía, sostenía entonces que el trabajo del actor se basaba en el folclore de Hollywood: “Sé puntual, apréndete los diálogos y asegúrate de que tu agente ha recibido el cheque”.

"A mí me encanta estar en Los Ángeles. ¡Es la tierra de Mickey Mouse! Hay tanto dinero. Más del que podría soñar. A ella le parece una ciudad de juguete, con un entusiasmo y efusividad sobreactuados. A mí eso es lo que me maravilla”, explicó.

"Puedo ser un tirano. Sin escrúpulos. Yo quiero lo que quiero. Soy muy, muy egoísta. Algo me atormenta, no sé lo que es, pero me provoca mucha inquietud”, dijo el actor en el año 1996.

DINERO, DINERO, DINERO

Ahora que había alcanzado el estrellato, podía conseguir cosas que antes ke demandaban gritos o enfrentamientos. “Ahora basta con pedírselo amablemente al productor”, indicaba, según El País.

La honestidad lo caracterizaba y cuando le preguntaban por qué se involucraba con algunos proyectos, a veces respondía: “El dinero”.

También solía tirar mandobles a los británicos. "Si tanto aman ese lugar sucio, lluvioso y lleno de mierda de perro en las aceras, que se lo queden. Son una manga de débiles, quejjosos, aburridos, envidiosos que solo son felices si son desgraciados. Están obsesionados con que no se me suba el éxito a la cabeza y rabiosos porque yo he conseguido escapar de allí. Que les jodan”. Aun así recibió el título de sir.

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REGRESO A GALES Y A SHAKESPEARE

Afirma la crónica que no bien avanzó su vida y comenzó a arrimarse a su 70 aniversario, empezó a extrañar Gales y visitarla más seguido.

Fue cuando dirigió Slipstream, una sátira de Hollywood. Una vez que había llegado a la coma, Hopkins decia que “no había nada allí arriba”.

“Por Dios, yo debería estar en Port Talbot. O muerto o trabajando en la panadería de mi padre”, reflexionó.

El mayor alivio en su madurez ha sido un diagnóstico de Asperger leve, una condición en el espectro funcional del autismo que afecta a las interacciones sociales. Este descubrimiento, explica, le ayudó a entenderse mejor a sí mismo y a explicar por qué se había pasado toda la vida queriendo estar solo.

Según El País, el, actor nunca logró tanta felicidad como después de cumplir los 75.

Fue entonces cuando decidió regresar a Shakespeare, a través de la BBC, en la interpretación El rey Lear.

Los sueños no cesan. Algunos lo retrotraen a la infancia en Gales: “Pienso mucho en un día que pasé con mi padre en la playa”, confesó a Interview. “Yo estaba llorando porque se me había caído a la arena un caramelo que me había comprado. Pienso en ese niño miedoso, que estaba destinado a crecer y a volverse un idiota en la escuela. Torpe, solitario, rabioso. Y quiero decirle: ‘No pasa nada, chaval, lo hemos hecho bien”.

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