Tienen los ojos grandes y quietos. Sus panzas hinchadas y su piel adherida a las costillas. Son cuerpos sin músculos y hasta parecen sin sangre. Los huesos emergen por sus hombros, sus rodillas y sus codos como por debajo de un manto elástico azabache. Casi no hay rasgos que los diferencie por su edad o sexo. Las moscas se posan sobre sus rostros desecados e inmóviles. Solo los que están fuertes, lloran. Son niños de Somalía; los que aún están con vida.
Esta imagen fue emitida en noticieros y reproducida en miles de fotografías de todo el mundo. Cuando fueron vistas en Subrayado muchos cuestionaron su emisión, sin la advertencia que las imágenes podrían herir la sensibilidad de los televidentes; otros objetaron su pertinencia a la hora del almuerzo o la cena. Muchos hubieran preferido no verlas, y no emitirlas, hacer de cuenta que esa realidad no existe.
Son cerca de cuatro millones de somalíes los que padecen la hambruna pero hay cerca de 11 millones en la región que viven en situación de emergencia humanitaria.
Pero, ¿Qué queremos ver? ¿Qué ventana queremos abrir? “Prefiero mirar otro tipo de cosas... para amargarme ya tengo...”, sería una respuesta. Quizá la de algunos -espero que pocos- a los que tampoco les interesará seguir leyendo.
Sobre cómo los occidentales recibimos las noticias de países a los que consideramos de otro planeta, un periodista español, Teodoro León Gross, escribió: “El drama africano” no nos interesa porque “no es nuestro drama”.
Adquirir el hábito de estar informado, conocer realidades, ser crítico y reflexionar sobre ellas nos hace más fuertes y más humanos. Más fuertes, es decir con más poder. Tener más información, es tener más poder, después no nos quejemos si otros deciden por nosotros. Más humanos, es decir con mayor humanidad. Ser más sensibles, es aumentar nuestra comprensión y benevolencia, no sólo con el africano, sino con el uruguayo que tenemos cerca.
¿Qué puedo hacer yo? Primero aceptar ver las imágenes, escuchar los informes y saber un poco más.
Que decidas no ver estas imágenes, apagar la tele o cerrar esta página no significa que esa cruda realidad no siga ahí.
Si querés seguir mirando a través de esta ventana, mirá…
Somalía está ubicado en el este de África. Es cinco veces más grande que Uruguay, con cerca de 8 millones de habitantes. La semana pasada las Naciones Unidas declaró la hambruna en dos regiones de ese país. El principal indicador que la define es una tasa de desnutrición aguda por encima del 30% (muy por encima de los niveles de emergencia) y una elevada mortalidad: más de dos fallecimientos al día por cada diez mil habitantes. El hambre mata de a poco y son en mayoría niños quienes agonizan durante años por una insuficiente alimentación.
En grupos de 50 huyen de las zonas de hambruna hasta los campos de refugiados de países vecinos de Kenia y Etiopía, relata la periodista Ángela Gonzalo, enviada de Televisión Española a la región y agrega: “No se los ve porque no caminan por rutas expuestas para evitar ser interceptados por grupos armados que los atacan y roban. Si no tienen nada les pegan, secuestran o violan”.
Quienes caminan en fila durante más de 80 kilómetros para llegar a los campos de refugiados son en mayoría mujeres con sus hijos a cuestas. Dos, tres, cuatro niños que llevan colgando de sus cuerpos. Muchas veces deben tomar la decisión de seguir con todos o abandonar a los más débiles, otras veces no hay tiempo para elegir y la muerte elige por ellas. El dolor y la muerte que las rodea contrastan con sus multicolores telas que cubren sufridos cuerpos, en medio del árido terreno. Casi no se ven hombres en los éxodos ni en los campos de refugiados. Se han quedado para la guerra civil o secuelas de enfrentamientos anteriores, los dejan inmóviles. Más del 80% de los somalíes que escapan son mujeres y niños, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. “Mires donde mires, ves mujeres y niños”, dice Bettina Schulte, integrante de ese organismo.
Son cerca de cuatro millones de somalíes los que padecen la hambruna pero hay cerca de 11 millones en la región que viven en situación de emergencia humanitaria.
Hay niños mal nutridos por todas partes pero no se sabe cuántos son los muertos. Es que nadie registra las cifras hasta las mujeres ocultan las muertes. Es que figurar en los registros de asistencia alimentaria con una familia más numerosa les permite tener más comida para repartir. Acceder a la misma ración para menos cantidad de niños, es para ellas una buena suerte para poder sobrevivir.
Somalía es un país desvastado y que sufre la peor sequía de los últimos 60 años y al decir del corresponsal de EFE en Mogadiscio, Abukar Albadri, “está dejando millones de niños y ancianos famélicos y a madres con pechos estériles”.
Hace dos años que no llueve en esa región. Esto afecta el abastecimiento de alimentos dependientes de la agricultura orgánica. Por terrible que pueda sonar la declaración de hambruna por parte de la ONU, es lo mejor que le pudo haber pasado a Somalía que hace meses sufre el hambre. Esto permite poner en marcha mecanismos inmediatos de asistencia.
Un informe de Euronews mostró hace algunos días que durante tres meses estuvieron toneladas de alimentos almacenados en el puerto de Mogadiscio, esperando la habilitación oficial para su entrega. Este tipo de burocracia en un país como Somalía puede significar la vida o la muerte de miles.
Somalía tiene “un gobierno muy débil”, explicó el editor del servicio somalí de la BBC Yosuf-Garaad Omar, y “no tiene un gobierno central que funcione”. El sur del país está controlado por Al Shahab, una milicia integrista islámica con contactos con Al Qaeda, “un grupo no amigable” con las organizaciones de ayuda humanitaria. Hasta comienzo de este mes no se permitió el acceso y actualmente “hay lugares a los que no se puede acceder por falta de seguridad”.
En estas últimas horas el Programa Mundial de alimentación de la ONU consiguió abrir un puente aéreo urgente que permitirá el envío de alimentos.
A pesar de estar condenados a la muerte, en Somalía la vida puede más.
Dejá tu comentario