Cuestión de precios

    La inflación en mayo fue 0,32%, según el IPC que actualiza, mensualmente, el Instituto Nacional de Estadística.

    La inflación en mayo fue 0,32%, según el IPC que actualiza, mensualmente, el Instituto Nacional de Estadística. Si bien los precios en general se mostraron con subas moderadas (e incluso con algunos descensos, como en varios alimentos), otros tuvieron aumentos puntuales (caso de los gastos del hogar, por el aumento en el salario del servicio doméstico), de forma que la inflación de los últimos 12 meses no varió demasiado y se mantiene levemente por encima del 8%.

    ¿Es mucho? La respuesta sencilla es: sí, por varias razones. Por un lado, es una tasa riesgosa: si no se encara su reducción, cualquier alteración circunstancial puede elevarla a dos dígitos, lo que es un mal escenario. Se haría más difícil reducir las expectativas de inflación a mediano plazo y la erosión del poder de compra del salario sería más grave. Por otro lado, esta inflación del 8% coincide con una caída del dólar de 4%. Dicho de otra forma: los precios al consumo en dólares en Uruguay, en los últimos 12 meses aumentaron más de 12%. En este mismo período, en Brasil los precios en dólares crecieron solo 2%, lo que implica que perdemos competitividad-precio, nos encarecemos frente a este importante socio comercial. Algo similar pasa con otros países.

    Por todo esto, la inflación es un asunto prioritario y, lamentablemente, los márgenes de maniobra se han reducido. Ya no se puede apostar a que el dólar reduzca el ritmo inflacionario, pues esto afectaría aún más a los exportadores, que han visto –en muchos casos- una reducción en los precios de venta al exterior. Por otra parte, la posibilidad de operar sobre las tarifas públicas para reducir precios o moderar su suba, también parece restringida: las empresas públicas están recomponiendo su situación financiera y tienen una ambiciosa agenda de inversiones. En el caso específico de los combustibles, si bien Uruguay tiene combustibles caros, hay que recordar que no han subido en el último año.

    Por todo esto, las discusiones en el plano fiscal (Rendición de Cuentas) y salarial (Consejos de Salarios) resultan claves para dar señales respecto a la evolución de los precios y la inflación. Allí el asunto tampoco es sencillo: la lista de reclamos presupuestales es extensa y los trabajadores (precisamente al ver una inflación entonada) se resisten a ajustar salarios en base a la meta del Banco Central (que está un par de puntos por debajo de la inflación efectiva).

    Pero si no se enfocan estas discusiones con cautela y responsabilidad, la economía puede enfrentar más problemas. ¿Por qué? Porque una actitud más generosa en gasto (con un déficit fiscal que aún supera el 2%) tiende a aumentar el consumo y la demanda y cargar costos sobre la oferta (la producción). Si ambas se desencuentran, la inflación sube. En el plano salarial, sucede algo parecido: si los aumentos no se corresponden con la productividad (la capacidad de producir más por hora trabajada, lo cual no solo depende del trabajador, sino de las inversiones que lo rodean, la forma y eficiencia con que se trabaja), la producción no será suficiente para estar a la altura de los mayores salarios y los precios suben. Por todo esto, la batalla contra la inflación (y sus problemas asociados), continúa.

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