ANÁLISIS

La izquierda francesa en su laberinto

¿Qué está en juego tras el paso a la segunda vuelta del candidato de centro Macron y la ultraderechista Le Pen?

En las elecciones presidenciales de este 23 de abril realizadas en Francia, luego de confirmarse el paso a la segunda vuelta del candidato de centro Emmanuel Macron (24,01%) y la ultraderechista Marine Le Pen (21,30%), hubo un consenso más o menos unánime de que lo que estaba en juego en la segunda vuelta ya no eran exclusivamente diferencias programáticas, sino el enfrentamiento del modelo republicano y democrático frente al autoritarismo y la ultraderecha representada por Le Pen.

Inmediatamente después de conocerse los resultados, las voces de los principales candidatos que habían competido en la primera vuelta así como las de los líderes políticos de la derecha liberal y de la izquierda se hicieron oír, llamando a votar por Macron y activando así el “pacto republicano”. Desde la derecha, el candidato François Fillon, afirmó que “el extremismo sólo traerá desgracia a Francia. Votaré por Macron”. Su rival en las internas republicanas, Alain Juppé también llamó a apoyar a Macron “en su duelo contra el Front National que conduciría a Francia al desastre. Pido a los franceses que hagan lo mismo”. Por su parte el candidato socialista, Benoît Hamon insistió en la necesidad de combatir lo más fuertemente posible al Front National votando por Macron, “aunque no sea de izquierda”. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, figura clave del Partido Socialista, expresó la necesidad de hacer frente a la extrema derecha votando por Emmanuel Macron.

La elección parecía ser un “todos contra el Front National”, con la excepción del candidato de la izquierda radical y líder de la “Francia Insumisa”, Jean-Luc Mélenchon, que prefirió guardar silencio a la espera de los resultados oficiales, para más tarde afirmar que a él ninguno de los que lo habían apoyado le había otorgado el poder para expresarse en su lugar, y que por lo tanto, consultaría a las bases sobre el camino a seguir.

Sin embargo, al día siguiente, expresó que no declararía públicamente su voto, independientemente del resultado de la consulta. Sus declaraciones cayeron como un balde de agua fría no sólo entre los partidarios de Macron, sino también, entre los líderes de algunas de las fuerzas políticas de izquierda que lo habían acompañado en la primera vuelta, entre ellos, el Partido Comunista francés.

Lo que pareció ser un intento de “neutralidad” de Mélenchon de cara a la segunda vuelta no tuvo demasiado éxito en una elección en donde la “no definición” por uno de los candidatos es percibida como un apoyo a Le Pen. Así lo vieron muchos de sus votantes socialistas, que habían respondido al llamado de “voto útil” realizado por Mélenchon, ante el colapso de la campaña del socialista Benoît Hamon, que no tenía posibilidades de pasar a segunda vuelta. El propio secretario nacional del Partido Comunista, Pierre Laurent, partido que había apoyado a Mélenchon en la primera vuelta, se mostró decepcionado ya que en su opinión no llamar a votar por Macron significaba darle ventaja a Le Pen. “Mélenchon comete un error” afirmó.

Pero tal vez lo más sorprendente del silencio de Mélenchon fue el contraste con su actitud en la elección del 2002, cuando pidió a los votantes de izquierda votar por el conservador Jacques Chirac, quien se enfrentaba en segunda vuelta con el padre de Marine Le Pen, Jean Marie Le Pen. En un video que circuló por las redes sociales, se veía a un Mélenchon que, con gran vehemencia, llamaba a hacer caer a Le Pen, votando por Chirac, quien finalmente ganaría con más del 80 % de los votos. La difusión del video reforzó la percepción de un Mélenchon incoherente y traidor a los principios republicanos.

Mientras tanto, el silencio de Mélenchon y su 19, 58% de votos, fue visto como una gran oportunidad para el Front Nacional. La indefinición de Mélenchon fue todo lo que necesitaba Marine Le Pen para abalanzarse sobre el voto “insumiso”. En su primera aparición en el famoso programa de TF1, “Elysée 2017”, Le Pen, quien además renunció a la Presidencia del Front National como una manera de cortar amarras con la identidad ultraderechista preguntaba con tono de sorpresa dirigiéndose a los electores de Mélenchon: ¿Es que seriamente piensan votar por Macron? Para luego afirmar que dudaba que quienes habían votado por la “Francia Insumisa” fueran a optar ahora por el proyecto de la Francia “sumisa” representado por Macron. Paralelamente, la estrategia de Le Pen de captar a los ahora “huérfanos” de Mélenchon se reforzaba en las redes sociales haciendo circular un documento en donde se resaltaban las coincidencias programáticas de la “Francia Insumisa” y el Front National y llamando a los “insumisos” a no votar por Macron.

Pero la principal coincidencia entre ambos proyectos es la que además explica mejor la negativa de Mélenchon a apoyar al centrista Macron. Tanto Mélenchon como Le Pen, se han plantado en la vereda de enfrente a la élite política, criticando fuertemente a la “oligarquía política” y el “establishment” que, en su perspectiva, defiende sus intereses a costa de los intereses del “pueblo”. Ambos proyectos tienen un discurso fuertemente “antisistema”, narrativa que es reforzada por la crisis económica, la pésima percepción de la gestión del Presidente François Hollande y la crisis de los partidos políticos tradicionales.

En este sentido, no se puede explicar el éxito de Mélenchon si no se comprende que el proyecto de la “Francia Insumisa” no estuvo basado exclusivamente en sus apoyos de izquierda sino también en la gran masa de “desencantados” y “excluidos” de la socialdemocracia francesa, algunos de los cuales incluso, supieron apoyar en el pasado al Front National. Nuevos electores que desembarcaron en el proyecto de la “Francia Insumisa” más seducidos por el discurso antisistema y de tono populista de Mélenchon que por su identidad de izquierda radical. El tipo de electores que reniegan de la política y los partidos políticos pero son los primeros en la fila aplaudiendo a los candidatos que señalan a la clase política y a las instituciones como los culpables de todos los males. Algo parecido a lo que ocurría con los seguidores de Trump, que festejaban enardecidos cuando apuntaba con el dedo a Washington y al sistema.

Por estos motivos, algunos ven una suerte de coherencia en la postura de Mélenchon de no llamar a votar por Macron. Mélenchon, atrapado en el laberinto de su creación, “La Francia Insumisa”, no puede ahora formar parte del “pacto republicano. Apoyar a Macron lo situaría del lado de aquellos a los que ha criticado con vehemencia durante su campaña y le haría abandonar su posición de defensor de los excluídos del sistema. Sus nuevos apoyos, esos que hoy marchan con pancartas defendiendo la consigna “Ni Macron Ni Le Pen” no le perdonarían jamás su definición por un candidato que es visto como formando parte de esa élite que tanto desprecian. Lo que no está demasiado claro hoy, son los efectos que puede tener esta postura de Mélenchon en el largo plazo y si es conveniente para la continuidad de su proyecto político sostener estos apoyos, usualmente bastante volátiles y siempre dispuestos a dejarse seducir por otros proyectos antisistema, a costa de perder un electorado de izquierda que, aún con profundas críticas, sigue creyendo en la democracia y en los valores republicanos que tan fuertemente han marcado a la historia política francesa.

Foto: AFP

*La Licenciada María Bocchi es Politóloga y Directora de Proyectos de LCB - Marketing Político.  

 

 

 

 

 

 

 

 

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