El desafío digital

    Uruguay y los servicios globales online. Lo que pone sobre la mesa la llegada de Uber.

    Llega Uber a Uruguay y, como era de esperarse, los empresarios del taxi están en pie de guerra. Así como Airbnb es una amenaza para los hoteleros y el comercio online (con Amazon como empresa líder) es –hace rato- una feroz competencia para el comercio establecido (en Uruguay y en todo el mundo), la aplicación global de transporte urbano es una amenaza directa para los taxis.

    Todos estos casos tienen en común ofrecer productos o servicios online, lo que –en muchos aspectos- resulta más eficiente que en el modo tradicional. ¿Por qué ir a una tienda a comprar ropa, si puedo consultar online, precios, modelos, comparar entre distintos productos? ¿Por qué ir al local de una inmobiliaria si puedo consultar online –con fotografías de calidad- la oferta de viviendas para compra o alquiler?

    En los últimos años, esta tendencia se ha agudizado porque Internet ha encontrado un socio clave: el teléfono celular inteligente o smartphone, que permite al individuo estar conectado en forma permanente a la red de redes. Así, los nuevos servicios que es posible ofrecer se multiplican: seguridad, compras, transporte, delivery, etc., se plantean con nuevos modelos de negocio, que ya no son simplemente online, sino que están disponibles ‘en la mano’ del consumidor. Así, remueven y cuestionan las cosas como se hacían hasta ahora.

    No se trata simplemente de los mismos productos por un canal distinto, online. En muchos casos se trata de una nueva forma del producto o servicio. En el caso de Uber, el fundamento es hacer confluir online la demanda de viajes con una oferta mucho mayor, en la que miles de “choferes” ofrecen traslado a miles de usuarios, un caso de “economía de red”, colaborativa, que puede expresarse con eficiencia por la existencia de internet y los celulares.

    Puede presumirse que esto derivará en una mayor eficiencia en el traslado general de las personas: menos viajes que trasladan la misma gente o más. Por supuesto, es un sistema que amenaza al transporte público instalado, en todas sus variantes, así como el comercio online cuestiona hoy a las tiendas.

    Ante estas situaciones, hay dos caminos a seguir: o se restringe la innovación (por ejemplo, con una reglamentación restrictiva o prohibición) y se privilegia el statu quo, o se habilita la innovación, para que prosiga. En este caso emergen nuevas cuestiones, una de las principales es el régimen de impuestos y aportes.

    Aquí, el principio de equidad impositiva es clave: si las innovaciones online son exitosas, que lo sean porque aportan un valor efectivo para el usuario, no porque tienen menos carga impositiva que la competencia tradicional. Es estimulante para el consumidor comprar online, porque habitualmente se consiguen menores precios en el exterior que aquí; pero si eso se sustenta en que se pagan menos impuestos, no tiene sentido. Para Uber, Airbnb o cualquier otra aplicación, vale lo mismo. El desafío no es sencillo, pero es ineludible.

    Lo interesante es que estas nuevas empresas, con sus nuevas formas de proveer servicios y productos (Uber, Amazon, Airbnb, y una larga lista que sigue), promueven mejoras de lo que ya existe. La llegada de Uber a varias ciudades está motivando mejoras en la calidad de los servicios de transporte existentes, y también impactando en los precios. De la misma forma, el comercio online no sustituye a la experiencia directa, de ir a una tienda o comercio a probar y ver los productos. Pero ahora esto tiene que ser una experiencia distinta, con mejoras en la atención, con valor agregado. Lo mismo para los hoteles con la llegada de Airbnb: ya no se trata, simplemente, de ofrecer habitaciones; los buenos hoteleros lo saben bien.

     

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